Cece Bell es autora de numerosos títulos de literatura infantil y juvenil, ganadora de diversos premios y con una larga experiencia a sus espaldas. La propia autora nos cuenta en un muy recomendable relato de cómo se gestó este libro publicado en The Guardian, que no quiso empezar su carrera con un título sobre su experiencia vital como persona sorda por varios motivos. El primero de ellos, no sentirse preparada para compartirla en sus primeros años como ilustradora y el segundo que, simplemente, “no quería ser etiquetada como esa autora sorda”.
De hecho, durante muchos años, tal y como ella misma cuenta, no podía hablar sobre el tema y por eso El Deafo (título original de la obra, mucho más acertado, en mi opinión) empezó, en realidad, como un blog en el que la autora contaba sus vivencias como persona sorda. Era, tal y como ella explica, su forma de decirle al mundo lo que no había sido capaz de expresar en persona y fue a través de ese proceso cómo descubrió que realmente tenía mucho que contar.
Años después fue tomando forma este libro que encontró en la novela gráfica el género perfecto por múltiples motivos. El primero de ellos se centra en las posibilidades que los globos de texto del cómic ofrecen a la hora de mostrar de forma gráfica cómo la protagonista no escucha lo que se le dice, lo escucha con dificultad, o lo escucha, pero no lo entiende.
Este formato ofrece muchos otros recursos que la autora ha sabido manejar con maestría. Por ejemplo, el hecho de que los protagonistas sean conejos, algo que habría que justificar de otro modo en una novela. Cece Bell explica que “como la única chica sorda en mi clase, me sentía como un conejo con grandes orejas que no funcionan. Era la metáfora perfecta”.
Más posibilidades que el cómic ofrece a este relato, por ejemplo, un formato que permite enumerar de forma clara e incluso divertida algunos mensajes que la autora quiere plasmar como las distintas pistas que ayudan a una persona sorda a entender lo que alguien le comunica en lenguaje oral, los diferentes obstáculos que se encuentra al intentar leer los labios.
La novela gráfica es también el género idóneo para que la protagonista pueda ironizar y llegar a reírse de muchos de los incidentes más tristes que se ve obligada a vivir.
De esta forma, la autora desdramatiza, sin restar un ápice de relevancia algunas de las situaciones en las que se ha visto marginada a lo largo de su vida, pero se acerca a realidades especialmente duras a través del tan necesario humor.
La autora nos muestra gráficamente con recursos cómicos algunas «pistas» para seguir la lectura de labios
La voz de la autora/protagonista se apodera de todo el libro desde la primera viñeta con una intención muy clara, la de situarnos en su piel y permitirnos, de alguna forma, aproximarnos lo máximo posible a su realidad diaria. Tanto es así, que en un momento dado de la historia, llegamos a conocer los motivos por los cuales una de sus amigas se había apartado de ella en el momento en el que Cece lo descubre a través de su potente audífono.
De forma que, la autora, nos presta sus superpoderes durante un ratito para que descubramos algunos de sus beneficios. Nos presta su capa y nos permite volar de su mano.
Las dudas, los miedos, las inseguridades y las fortalezas de la niña que va creciendo desde sus primeros años de vida, con especial hincapié en el momento que con cuatro años contrae una meningitis hasta llegar a los inicios de la adolescencia al final del libro. Un relato que nos conduce cronológicamente a través de toda su niñez y nos hace empatizar casi de forma instantánea con Cece, sus inquietudes, desazones, sus amores e ilusiones.
Una de las herramientas que emplea la autora para ello es compartir sus pensamientos y sueños con todxs lxs lectorxs, en especial, todos los referidos a sus superpoderes que, por supuesto, se plasman en el libro en forma de tiras que, como no podía ser de otro modo, aluden, de forma muy directa, a los recursos del cómic de superhéroes tan conocidos por buena parte de lxs consumidorxs de este género y del público en general.
En el texto en el que aludía al principio de la autora en el diario The Guardian, Cece Bell reconoce que lo que más le preocupó a la hora de cerrar el libro fue conseguir conectar con las emociones de una niña sorda, con sus emociones durante aquellos años en los que cambió de colegio, le colocaron un audífono, aprendió a leer los labios, aprendió lengua de signos y tuvo que conseguir nuevxs amigxs.
Y este creo que es justamente el principal valor de este libro a la hora de incluirlo en el listado de títulos extraordinarios en torno a la discapacidad, que en realidad no quiere “venderte” nada, ni convencerte de que existe un relato único sobre las personas sordas, sino que trata de conectar con el lector o lectora a través de la emoción desde la primera viñeta. Sin trucos, sin fuegos artificiales ni finales inesperados, sin un “fueron felices y comieron perdices” que lo cierre todo ni un solo amago de “moraleja”.
Tan solo (nada más y nada menos que) un “continuará”, como la vida misma.