Tiempos de pandemia. Tiempos inciertos. Cosas veredes que os sorprenderán a diario positiva y negativamente. Llevo unas semanas compartiendo en redes sociales algunas reflexiones sobre el futuro de la educación y el papel de la infancia en esta situación. He recibido comentarios de todo tipo, a favor, en contra, pero siempre desde el respeto. Ahora toca avanzar.
Hace un mes se hablaba de abrir las escuelas en junio y de prepararse para un curso que será online al 50%. Hace apenas unos días, la ministra de Educación se corregía, en parte, asegurando que la educación en sus etapas Infantil y Primaria tendría que ser presencial al 100%. Que si esto, que si lo otro… He perdido la cuenta de la cantidad de globos sonda que se han enviado estas semanas para comprobar cuál era la recepción de estos planes (por llamarles de alguna forma) por parte del profesorado y familias.
Pues se ve que no tienen muy claro todavía si nos parece mal, regular o peor, porque los globos sonda no terminan y, una vez más, la infancia acaba siendo la última en la lista de las prioridades.
Es urgente reactivar la economía. Producir, consumir, mover euros y hacer que lleguen a las familias. Bien. Nadie vive del aire. Así, vemos cómo se abren negocios de todo tipo, locales de hostelería, terrazas llenas…
Miles de familias viven del turismo, con un peso del 12,5% de nuestro PIB. Es necesario abrir las fronteras en julio para que los turistas extranjeros regresen y el dinero vuelva a circular. Bien. Si se toman las medidas adecuadas y la cifra de casos activos desciende, todo puedeir bien.
El deporte, por supuesto, el deporte de élite, entrenamientos individuales, después en pequeños grupos y llega el turno del fútbol profesional. Ahora, el Gobierno anuncia que está valorando la vuelta del público a los estadios en la liga de fútbol.
Esto, queridas y queridos, ya lo habían inventado en su día los romanos. Una fórmula tan antigua como eficaz: Pan y circo. Un poco de dinero y mucha diversión que nos ayude a olvidarnos de los malos momentos que todavía estamos pasando.
Aterrizamos en una nueva era
A ver, no sé muy bien lo que me estoy perdiendo yo, pero no acabo de ver lo de la supuesta «nueva normalidad». Esto es lo de siempre. Perdón, lo de siempre, mejorado para aquellos que siempre han salido ganando. Porque mientras se reactiva la economía, las terrazas se recuperan, el turismo vuelve y se planea el regreso del deporte espectáculo nos anuncian que los centros de día para personas dependientes, las escuelas infantiles y los centros educativos no se abrirán en Galicia y cuidadito con que los niños guarden la distancia de seguridad al jugar, eh… ¿Veis algún elemento en común entre estos anuncios?
Venga, repasemos. Los únicos que votan en esta lista son los ancianos y algunas personas dependientes, pero no es un voto que preocupe mucho. El resto, personas sin derecho a voto y todas ellas al cargo de familias totalmente superadas por la situación en buena parte de los casos.
¿Qué más da que los niños se pierdan unos meses de clase o que las personas con diversidad funcional o ancianos dependientes no puedan hacer lo que necesitan? Ya pueden ir de terrazas, o ver fútbol, ¿no?
Me escandaliza, me preocupa, me horroriza que este debate se centre, además, como siempre, en la falsa dicotomía de la conciliación familiar. Resulta que queremos que abran los centros de día, o que los colegios o escuelas infantiles recuperen la presencialidad al 100% para ir a trabajar o porque ya estamos «cansaditos de aguantarles» (sí, este tipo de lindezas he oído o escuchado).
Los cuidados, los minusvalorados cuidados que siempre recaen en las mismas. El trabajo que no se ve, el peso de la sociedad siempre recayendo en los mismos hombros. Así que sí, es NECESARIO que se facilite algún tipo de conciliación que ahora es IMPOSIBLE, sí, pero ese NO es el debate.
Contaba el otro día en un texto que remití al diario El País cómo está afectando todo esto a mi hija, pero sólo es una gota en medio de un océano de necesidades que no se han escuchado ni atendido hasta ahora. Que sea así en medio de una emergencia sanitaria es más que comprensible pero, en este escenario en el que el fútbol va antes que la educación, disculpen, pero no.
Lo que yo quisiera es que alguien pusiese por una vez, una sola vez, los derechos de la infancia y de las personas dependientes por delante. Que se escuchase su voz y sus necesidades. Me corrijo, no es que sea un deseo mío, es una necesidad urgente para esta sociedad enferma en la que vivimos. Una de sus últimas vías de salvación.
Porque, como siempre cuenta el pedagogo Francesco Tonucci, una ciudad segura para los niños es una ciudad más segura para todos. Una sociedad más justa y respetuosa con la infancia y las personas que necesitan apoyos, una sociedad que escuche a los que nadie ha querido escuchar será una sociedad más justa para todos.
Así que, sí, todos hemos sufrido estos meses. Miles de vidas perdidas, familias rotas y cientos de miles de personas enfermas. Ansiedad, daño emocional y psicológico. ¿Y ahora? ¿De verdad vamos a empezar a cerrar planes para que los turistas reactiven la economía o para volver a los estadios mientras seguimos sin planificar en serio el futuro de la educación?
Cada vez que se anuncia una nueva «posible» medida hablo con profesores y la conclusión siempre es la misma: ¿pero quien dice esto realmente está en contacto con las aulas hoy en día? ¿sabe cuál es la realidad de las familias, de los niños y niñas?
Esta situación ha evidenciado las múltiples carencias, fortalezas y debilidades de un sistema educativo que necesita una intervención urgente y diseñada pensando en los derechos y necesidades de la infancia. Se ha evidenciado también de nuevo el lugar que ocupan los niños, ancianos y personas con diversidad funcional. Urge cambiarlo.