Reseñar un libro lleva aparejada la necesidad de ser subjetiva. No hay otra forma de hacerlo. Un libro te parece bueno o malo, regular o inmejorable por múltiples factores que, de una u otra forma, han impactado también en tu vida. Porque su lectura, irremediablemente, ha dejado algún tipo de huella en ti y en tu experiencia vital y lectora. Tratar de hablar sobre un libro intentando ser objetiva sería tan absurdo como poco recomendable.
Por eso me gusta ir de cara y decir, sin tapujos, cuando hablo sobre un álbum ilustrado como Un lunes por la mañana que ha sido uno de nuestros acompañantes más fieles en las sesiones de lectura en familia en los dos últimos años. Un libro en el que nos paseamos de la mano de una historia tan infantil, como atemporal. El autor Uri Shulevitz recupera una canción infantil francesa y la transforma en una historia que, desde su sencilla estructura acumulativa, apela a algunas de nuestras emociones más básicas como la soledad, y lo hace a través del juego.
Imágenes y texto se combinan dándose la mano para construir un ritmo magistral. Empezando desde ese plano de el cielo lluvioso que se va abriendo hasta un “plano general” en el que nos ubicamos en una calle de una gran ciudad en la que diluvia. Y entre bloques de edificios y bloques de edificios, de repente, ese rey, reina y principito que “vinieron a visitarme”.
Casi imposible no entrar en su juguetona propuesta hasta llegar al final en el que el plano vuelve a cerrarse poco a poco para dejarnos ahora acompañadxs de un espléndido sol que sustituye a la lluvia inicial. Por supuesto, como en todos los buenos álbumes ilustrados, la parte gráfica nos guía a través de diferentes niveles de lectura que se van sumando a medida que leemos y releemos la historia.
Al ser uno de los libros favoritos de S. en los últimos años hemos diseñado diferentes rutas de lectura para acompañar algunas dificultades de interpretación que puedan aparecer en niños y niñas diversxs. Por ejemplo, observación y conversación conjunta sobre lo que vemos en cada página, qué personajes o escenas se van repitiendo y qué cosas van cambiando. Jugamos también a reconocer en la parte final del álbum, ya sin texto, a cada uno de esos personajes en sus “alter ego” reales (aunque este calificativo creo que se debe dejar entre interrogantes porque el libro no cierra ninguna puerta a los lectores, al contrario) en la vida del niño.
Hace poco (octubre de 2021), buscando información sobre el autor, descubrí que no solo sigue vivo, sino que hace apenas poco más de un año publicó en Estados Unidos un libro para adultos sobre su experiencia vital. No tengo duda alguna de que merece la pena. Uri Shulevitz nació hace 86 años (1935) en Varsovia, Polonia, en una familia judía en uno de los peores momentos para ser judío en Europa. Con poco más de 4 años tuvo que huir de su país natal escondido en un camión con su madre, huyendo de los bombardeos y la invasión nazi.
Tras viajar por diferentes países europeos (la influencia rusa es notoria en su trabajo), se establecieron en París y después a Israel, para terminar pasando el resto de su vida, como le sucedió a miles de europeos que huían de la guerra y la pobreza en Europa en aquella época, en la ciudad de Nueva York. Su trabajo como ilustrador se inició en 1963 y apenas cuatro años más tarde publicaba este libro que, curiosamente, no suele destacarse entre sus títulos más conocidos en los que sí figuran Snow, Cómo aprendí geografía (también localizable en unas poquitas librerías y muchas bibliotecas en español) o el título que le valió la medalla Caldecott como ilustrador, The fool of the world and the flying ship, un cuento tradicional ruso versionado por Arthur Ransome.
En su último título, Chance, scape from the holocaust, el autor se dirige a un público ya entrando en la adolescencia y adulto para repasar los más de ocho años que duró el peregrinaje por Europa de su familia en busca de un futuro en plena huida del holocausto nazi. Lo cierto es que, tanto en el estilo de sus ilustraciones, como en los ecos de la sencilla y divertida historia de un niño al que la corte en pleno intenta saludar durante una semana se palpan algunas de las experiencias vitales infantiles más duras e intensas.
Pero no me hagáis mucho caso. Simplemente leedlo, compartidlo y hablad de él a todxs lxs mediadorxs de lectura que conozcáis. Yo lo descubrí hace apenas 18 meses y no deja de depararme éxitos en la mediación y narración.
Por cierto, que poco se ha escrito sobre la cantidad de talento que se llegó a concentrar en Estados Unidos en la edición de literatura infantil en los años 60 (allí estaban Maurice Sendak y Arnold Lobel entre muchos otros fabricando clásicos) y no puedo evitar recordarlo al pensar que un autor como Shulevitz compartió protagonismo con los que se han convertido en títulos imprescindibles de la historia de la literatura infantil y juvenil.
¿Os he contado ya que está en la lista de Libros extraordinarios para todxs?